La pandemia del coronavirus se convirtió en uno de los escenarios más desafiantes del siglo XXI para la salud, mostrando las notables repercusiones que pueden llegar a tener las enfermedades infecciosas en la vida humana, pues en su momento más crítico alcanzó en la región un índice de mortalidad del 32%.
Superado lo más grave de la crisis, este escenario se convierte en la oportunidad para reflexionar sobre las lecciones a nivel científico y social que la pandemia nos deja y aplicar esos aprendizajes como las claves para prepararnos ante desafíos similares.
A nivel científico la pandemia ha marcado muchas lecciones, sin duda, la de mayor relevancia ha sido la importancia de la investigación e innovación farmacéutica.
El enfoque de esfuerzos e inversión en el campo científico permitieron alcanzar, en tiempo récord, logros como la secuenciación y difusión mundial de la información genética del coronavirus; el desarrollo y producción de al menos 10 nuevas vacunas con eficacia demostrada, así también de soluciones farmacológicas para aportar al tratamiento del coronavirus.
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) resalta que gran parte de esta emergencia sanitaria se ha podido manejar gracias a un sólido ecosistema biofarmaceútico, evidenciando la necesidad de fortalecer la inversión a favor del conocimiento científico, para continuar con la creación y desarrollo de soluciones a nivel terapeútico que permitan enfrentar los desafíos de salud a futuro.
La crisis sanitaria derivada del Coronavirus nos permitió también evidenciar la relevancia de la prevención. El cuidado integral de salud se puso de manifiesto generando, como nunca antes, una lección global vinculada a la necesidad de incorporar un estilo de vida saludable y adoptar mayores hábitos de cuidado personal como herramientas para mantener alejados a los virus y enfermedades.
En esa misma línea, y en el ámbito de las lecciones para los gobiernos y sistemas de salud, destaca la importancia de realizar un seguimiento y control adecuado de enfermedades preexistentes y no transmisibles como vía, tanto para mejorar los índices de salud y calidad de vida de la población, como también, para minimizar la vulnerabilidad de los sistemas y evitar restringir la atención y acceso a tratamiento a quienes padecen estas patologías.
Por otro lado, durante la pandemia se evidenció el potencial e importancia de la cooperación público privada. En el contexto de la crisis sanitaria, empresas y gobierno aunaron esfuerzos con enfoque en un mismo objetivo: la vacunación de la población.
Esa experiencia de trabajo conjunto es fácilmente replicable en otros aspectos como herramienta para robustecer los planes de salud pública para luchar contra la enfermedad.
La experiencia derivada de la pandemia ha puesto de manifiesto la relevancia que tienen la innovación, la prevención y la cooperación como factores clave para enfrentar este tipo de situaciones. De cara al futuro y con una visión de anticipación y preparación, los aprendizajes de estos tres años debieran ser la hoja de ruta para el mejoramiento y fortalecimiento de los sistemas de salud.
A su vez este escenario también nos muestra la necesidad de generar inversión en favor del conocimiento científico para desarrollar medicamentos y tecnología que puedan fortalecer a la medicina y funcionar como planes contingentes en caso de revivir una situación similar.
Desde MSD consideramos que evaluar cada uno de los aspectos vividos durante la crisis sanitaria permite visualizar nuevos caminos en beneficio de la ciencia para inventar soluciones que mejoren la calidad de vida de la población.